lunes, febrero 19, 2007

Capítulo II Continuación

"La carta, a ver, cómo era, a ver, te quiero tanto... que casi es patológico, mentís si me decís que nunca me quisiste..." Decía para sí mismo, aunque en voz alta.

-"Oye, ven aquí, bajo techo, que el aguacero pronto pasará".
Tembló al escucharla, ¿sería posible? La voz era la misma. Tenía miedo de darse vuelta y llevarse una desilusión de habérsela imaginado.
-"Hala, ¿no vienes?" repitió la voz.
Esta vez sí se dio vuelta, y agradeció que fuera la misma mujer del bar, y para colmo de suertes, estaba mojada por la lluvia.
Gastón se fijó en su cabello y esos ojos cada vez más fuertes e intrigantes.
Yo me hubiera dado cuenta antes que él que su remera blanca estaba mojada tyambién, pero él era mucho más caballero que yo y sabría también disimular mejor cuando reparara en tal detalle.
Ella tenía un brazo cruzado, mientras con la mano del otro brazo sostenía un cigarrillo. Ese tipo de pose que sólo una mujer puede lograr que quede bien (las mujeres tienen ese extraño don de ser infinitamente más agradables que los hombres, y no ser tan grotescas como cualquiera de nosotros), y en ella esa pose quedaba de retratarla.
Sonreía de una manera muy suya, como si fuera la cabeza de todo un complot internacional dispuesta a cambiar el orden del mundo, y estuviera felicitando con un guiño a un cómplice.
Pitó una vez, una pitada no demasiado larga, y luego, soltando el humo hacia arriba, como si tuviera cada uno de sus movimientos calculados, le dijo nuevamente a Gastón:
-"Ven aquí, bajo techo, o pescarás un resfriado".
-"¿Por qué te fuiste tan rápido? Yo salí y ya no te vi." - respondía él al acercarse.
Quedaron a la par, uno al lado del otro, contra la pared para resguardarse.
-"Mejor así, ahora soy un misterio para tí" ¿Cómo era posible que una persona fuera tan segura y determinada a la hora de soltar cada una de sus medidas palabras?
-"Muy bien, misteriosa dama de indescriptiblemente bellos ojos verdes, ¿quién eres?"
-"Para ser escritor, hablas con muchos clichés, pero por esta vez, aceptaré el cumplido". Recién en ese momento se volvió para mirarlo, como convidándole sus ojos, y luego regresó a contemplar la lluvia y su cigarrillo.
-"¿Y quién eres?" insistió.
-"Mi nombre es Consuelo, pero eso no creo que responda satisfactoriamente tu pregunta".
Esa mujer debía haber estudiado para comportarse así en público; ningún humano puede tener tanta clase tan abrumadoramente.
-"Y entonces ¿quién eres?" preguntó una vez más, arrasado y atontado por tan magnífica acompañante.
-"¿No te puedes quedar con sólo saber el rótulo por esta vez?" le preguntó, y en su rostro se dibujó una mueca de ésas capaces de conseguir exactamente lo que sea (débil, débil animal el hombre) de nosotros.
"Además... ¿qué responderías tú a la misma pregunta?" Extrañamente no sonó como un desafío.
-"Gastón Santamaría, buen tipo, con buenos amigos, suerte, trabajo y algún que otro hobbie, además de unos cuantos tornillos flojos y otros cachivaches sueltos en mi cabeza".
Pensar que él podía decir cosas como ésas y aún así las mujeres seguir interesadas en él; mundo cruel y despiadado.
Consuelo tomó a bien la respuesta y suavizó sus ataques.
-"¿Y qué piensas hacer con eso?"
-"La verdad no me preocupa seguir perdiendo tornillos, lo que no quiero perder son amigos... y oportunidades". Levantó la vista para ver cómo tomaba Consuelo sus palabras. Aparentemente bien.
-"Y con la carta, ¿qué harás?"
-"Realmente no sé".