sábado, diciembre 09, 2006

Capítulo 1

"Te quiero tanto que casi es patológico".
El bar estaba repleto, y como si eso no fuera suficiente para su problema de concentración, aquella mujer no cesaba de mirarlo con insistencia.
Cada vez que alzaba la vista estaban sobre él esos indescriptiblemente fuertes ojos verdes.
Él, apenas si pestañeaba esos segundos, hasta que sentía nuevamente la birome en la mano y volvía a bajar la mirada.
"Te quiero tanto, que casi es patológico". Le parecía que no era correcto escribir esa frase. Arrugó esa hoja de papel y volvió a la carga.
"Te extraño mucho, quizás demasiado". Esta vez tachó su frase con furia.
Alzó los ojos, nuevamente se quedó petrificado. ¿Qué demonios endría esa mujer en sus pupilas, que lo atraían tanto? ¿Cómo evitar la hipnosis, entonces?
"Me duele tu olvido, y sufre mi recuerdo".
No, definitivamente no, volvería a la versión original.
"Te quiero tanto que casi es patológico", ahora ya veía esa frase con más sentido, sobre todo luego de las dos anteriores.
"Mentís si me decís que nunca me quisiste, quizás yo también mienta al decirte te amo, pero lo creo también yo, aunque me esté engañando".
Una vez más sintió que lo observaba esa mujer, pero ahora intentó evitar su mirada y ver cómo era ella toda.
"¡Maldita sea!" - pensó, y claro, era muy hermosa, le iba a costar el doble concentrarse.
Él le sonrió y saludó con la cabeza y el vaso a la vez. Cuando sonreía se le formaban dos hoyuelos en las mejillas que hacían que las mujeres se sintieran atraídas por él, y tenía un aspecto tan inocente que les despertaba el instinto maternal; sus amigos lo odiaban por eso.
Era uno de los pocos tipos que alguna vez conocí, que fuera capaz de lograr que las mujeres se acercaran a él y realizaran la cacería; él era sólo un indefenso cachorrito acechado por las leonas... yo también supe odiarlo por eso, pero ya no, resultamos grandes amigos (aunque ésa es otra historia).
Decía, le sonrió y fue infalible; ella cruzó el bar, casi deslizándose, como si fuera etérea, como si fuera de otro mundo, y él sólo tragó saliva.
-"¿Te molesta?" - preguntó mientras tomaba el respaldo de una silla.
-"¿Cómo habría de molestarme?" - fue la respuesta que soltó.
-"Te veo que hace rato que estás renegando con ese papel, ¿eres escritor?".
-"No, bah, no seriamente: además, sólo estoy escribiendo una carta".
-"¡Ay, mi chiquito!, no digas ´sólo una carta´; nunca subestimes le poder de una carta". - Recién en ese momento se sentó. Él tuvo suficiente tiempo para examinarla y confirmar su primera impresión: era hermosa.
Su pelo largo, lacio y negro enmarcaba su rostro de una manera perfecta, que él pensó que Dios recién después de crearla pudo por fin descansar.
Sus facciones eran delicadas y preciosas, pero no mostraban sino determinación e invulnerabilidad, como si dos gárgolas la estuvieran custodiando a cada momento.
Y sus ojos... ¿Cuántos habrán fallecido en el intento de conquistarlos? ¿Cuántos habrán intentado descifrarlos? ¿Cuántos sólo habrán intentado?
Con una profundidad soñada miraban como sin necesidad de ver, como si sólo hubiera que contemplarlos.
- "No subestimo el poder de las cartas, ésta es una carta, bah, alguna vez quizás lo será". Él ya no se preocuparía por eso ahora, simplemente seguiría conversando según su partennaire lo indicara.
- "¿Y a quién la envías?" - Tembló al escucharla, porque recién en ese momento, tras el obnubilamiento inicial, se dio cuenta que no era de aquí, tenía tonada española, y eso lo solía volver loco (eso lo tenemos en común con Gastón).
- "Esteee, a un amor pasado, olvidado"... Intentó que sonara natural.
- "¿Cómo puedes haber olvidado algo y escribirle?"
- "Un amor esquivo, dolido" - dudaba al hablar, pero aún así sonaba bien lo que decía. "qué sé yo, a un amor que me ha hecho sufrir..."
- "Pero con esas palabras describes al amor, lisa y llanamente, puede ser tu novia, tu mujer, tu amante o ninguna de ellas". Con desafiante autoridad emitía sus frases; incluso con algo de malicia.
- "Bueno, éste es un amor que difícilmente vaya a comer perdices". Intentaba no sentirse avasallado por su seguridad. "Éste es un amor terminado".
- "¿Y le escribes un broche final?" La malicia con que lanzaba sus sarcasmos era violenta pero formaba parte de su encanto.
- "El final ya lo tuvo, quizás sea el prólogo de la secuela, si no, será sólo una carta..." Logró salir sin heridas de ese primer embate, pero faltaría mucho más.
- "¿Y a quién le escribes?"
- "¿La carta?" buscaba ganar tiempo.
- "La carta y tus escritos, ¿de dónde sacas musas?"
Gastón vio una debilidad y retrucó.
- "La carta a una ex novia, mi musa se presenta generalmente bajo la forma de una hermosa mujer en un bar..." Terminó la frase y tomó un trago casi con displicencia, como brindando consigo mismo.
- "¿Y no te molestan las cursilerías?" Un revés muy veloz encontró para su remate.
- "No me preocupa sonar cursi, me preocupa más sonar grosero".
Se defendía con uñas y dientes, pero naturalmente, la inteligencia de ella lo superaba, cualquier mujer lo haría.
- "Me has intrigado y quería saber quién eras; aparentemente no eres tan tonto, a pesar de ser guapo".
- "Se agradece tan dudoso cumplido, y a riesgo de sonar cursi, debo decir que me parecés muy bella, muy, y recalco el muy".
- "Calma niño, que es temprano, si quieres ver amanecer, espera antes que anochezca".
- "Sí, pero también viceversa".

Ella de reojo vio su reloj y se levantó para irse, dijo adiós y salió.
Él la siguió, dio dos pasos, regresó, tomó sus cosas, le alcanzó el dinero al mozo y se fue.

1 comentario:

Lata dijo...

Deberías de escribir para una página de internet que tengo...