viernes, septiembre 07, 2007

Capítulo II: 3º Parte

-“¿Y con la carta, qué harás?”
-“Realmente no sé”
-“¿Al menos la has terminado?” Preguntó Consuelo, mirándolo de reojo y examinándolo a la vez.
-“No, se me mojó con la lluvia, y sólo me acuerdo tres o cuatro frases del principio de la carta”.
-“¿Aún la amas?” Preguntó, y quizás no importaba su fuerza ni la capacidad de intimidación que poseía y que la había colocado en ventaja desde el primer momento.


-“¿A quién? ¿A Constanza? Qué sé yo, tal vez sea la necesidad de amar a alguien y ella viene a ser como un placebo para no sentirme ajeno” hizo una pausa “Muerto”
-“¿Y duele?”
-“¿Amarla? Amar duele por sí solo, ya tú lo has dicho, lo que pasa es que se hace más divertido cuando también te aman. ¿Que no me ame? Por lo menos me tiene ocupado escribiendo. Aunque sí, seguramente duele, pero, una vez más, es amor”.
Consuelo sólo asintió.
Gastón hizo una pausa y le señaló el muro del frente que tenía un graffiti.
-“Ésa es una de mis frases favoritas, la leí una vez y quise escribirla en una pared para compartirla”
Consuelo buscó entre todas las frases de apoyo a los clubes y las propagandas políticas, hasta que la encontró: “Sólo el que no ama está exento de dolor, pero quien a nadie ama, está MUERTO”.
La repitió en voz alta.
-“¿Entonces te aferras a ella como a tu propia vida?”
-“Te repito que no lo sé, sólo que necesito a alguien a quien amar, y por el momento, Constanza cumple ese papel…no sé si me aferro a ella o a lo que ella significa… me rehúso a no amar, simplemente eso”.
-“Ha amainado, yo debo volver a mi departamento, adiós”
-“Esperá, no te me escapés dos veces tan rápido y en tan poco tiempo, ¿nos veremos alguna vez?”
-“El viernes a las once de la noche estoy libre ¿mismo bar?”
-´”No te olvidés, yo voy seguro”.
Consuelo se alejó un par de pasos, volvió, le dio un beso en la mejilla y se fue. Él sólo atinó a fruncir el entrecejo.


Y después simplemente se fue.
En esas dos charlas que tuvieron, buscó descubrirle un defecto para no quedarse todo el tiempo pensando en ella, y no lo pudo encontrar. Como no pudo hallarle defectos, se dedicó a buscar su punto débil, y una vez más no fue capaz de lograrlo.
Siguió caminando un poco más, pateando una lata de gaseosa vacía, y con el traje mojado.
De repente, como si de la nada, dijo en voz alta: “Te quiero tanto que casi es patológico”.
Sacudió la cabeza para entender de dónde había venido el pensamiento y siguió andando.
Esta vez, la frase adquirió sentido, probablemente fuera patológico. Le acechó la idea de estar loco.
Pasó frente a una cabina de teléfono, la miró y siguió caminando cinco o seis pasos, después sacó su teléfono celular y discó mi número. Claro, soy el mejor amigo de Gastón (y viceversa, eh) y cuando alguno de los dos se pone medio loco, en vez de pagarle a un psicólogo, nos torturamos mutuamente contándonos nuestros problemas.
Ahí es cuando yo empiezo a formar parte de esta historia.

4 comentarios:

Graciela L Arguello dijo...

veo que no perdiste tiempo!!! Por fin aparece un avance de la novela!!!

sole (...) dijo...

que buen textooooooooo
me encantó
y gracias por pasar por el blog...

Dayana dijo...

Dos cosas:

1- “Te quiero tanto que casi es patológico”.
Me recuerda a una frase mía: te quiero tanto que hasta te diría que te amo.
Después me dí cuenta que se lo decía así porque sabía que él no me amaba.

2- "después sacó su teléfono celular y discó mi número."
Este muchacho usaba un zapatófono como el agente 86? Digo, porque "discar" es un arcaísmo tecnológico a esta altura del siglo XXI.
Propongo marcó, tecleó, seleccionó... no se me ocurrieron más.

Ya agregué el blog al Google Reader, espero que actualices a un ritmo medianamente regular porque sino voy a tener que releer la historia cada vez que haya un nuevo post para acordarme de que se trataba, jajaja.

Saludos

Graciela L Arguello dijo...

VAmos Pulpo, me consta que tiene algo más ya listo, no lo mezquine!!!