Capítulo II
Él salió del bar y miró a ambos lados, pero no pudo encontrarla por ninguna parte, y para peor, había comenzado a llover. Y no era una llovizna, sino más bien una tormenta que iba para rato, así que era mejor irse.
Simplemente se fue.
Corría por las veredas, y como no llevaba paraguas, estaba mojado de pies a cabeza; aunque realmente le importaba poco, seguía pensando en la misteriosa mujer que se le había presentado para luego esfumarse.
¿De dónde habría venido? O más importante aún ¿A dónde se habría ido?
Todavía sentía esos irresistibles y tentadoramente tremendos ojos verdes sobre sí; lo cual no le disgustaba, sólo le preocupaba no volver a verla.
De repente, recordó la carta que estaba escribiendo para Constanza, SU AMOR, como solía contarme (y aburrirme) cada vez que nos juntábamos a tomar un café o una cerveza a la nochecita.
viernes, diciembre 22, 2006
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