martes, enero 01, 2008

Capítulo VII: Completo

Queridos Lectores:

Dicen que año nuevo, vida nueva... bueno, en este caso, año nuevo Capítulo nuevo, al menos.
Espero tengan un gran 2008.

Saludos, Cariños, Besos y Abrazos...

Pulpo

Ahora sí... Al Capítulo.


Joaquín y Constanza llevaban ya un año y medio., y aún no le podía hacer entender eso a Gastón. Él estuvo con una docena de mujeres luego de terminar con ella hace casi dos años, sin embargo ninguna había logrado borrarla de su mente.
Se solían ver muy de vez en cuando, pero ninguno se olvidaba fechas importantes como cumpleaños, Navidad, Año Nuevo y demás feriados pertinentes.
A mí, Constanza siempre me cayó bien, pero hay momentos en que supe odiarla por todo lo que tenía que soportar a Gastón decir una y otra vez.
Hay que ser sincero, es una mujer muy linda; pero creo que eso podría decir de casi todas las mujeres que conocí a Gastón.
Decía, es una mujer muy linda, angelical en su rostro y dulce al hablar. Debo hacerle honor ya que no es correcto considerarla villana o malvada. Para decirlo simple, una vez decidieron que lo mejor sería terminar; así lo hicieron, y seis meses después, Constanza comenzó su relación con Joaquín, con quien ha estado desde entonces. La gran diferencia con Gastón es que él aún no se ha relacionado seriamente con nadie, y como sobrevuela por su mente el recuerdo de una relación feliz, cree aún amarla. O necesita creerlo.
Joaquín es odontólogo, muy respetado, muy bueno en lo que hace, también. Proviene de una familia bien establecida económicamente, lo que lo ha ayudado a completar su carrera universitaria brillantemente con un doctorado en el exterior, en Europa, no estoy seguro en qué país, pero no importa.
Ha abierto su propio consultorio privado, muy moderno, (tanto que hasta sus revistas son nuevas) y ha estado ahorrando dinero por cuatro meses. Tenía pensado seguir dos meses más antes de continuar con su proyecto de vida, pero no pudo aguantar más.



-“¡Hola, Constanza! Amor, ¿cómo estás?” dijo Joaquín.
-“Bien, bárbaro, recién salgo de la ducha” Era cierto, estaba envuelta con una toalla, caminando por su departamento con el teléfono en su oído.
-“¡Cómo me gustaría estar ahí!” Siempre solía hacer esos comentarios, y a Constanza le encantaba a seguir su juego
-“Sí, necesitaba que me hicieras unos masajitos, pero no importa, le voy a tener que pedir al vecino de al lado” Lo decía con tanta inocencia que Joaquín no podría preocuparse ni siquiera si no fuera una broma.
-“Sí, si no seguro el kiosquero del frente está libre, puede ir él” le siguió la corriente y ambos rieron.
“Bueno en serio, te llamaba porque quiero hablar con vos”
–“¿De qué, puedo saber?” preguntó Constanza que solía ser curiosa in extremis.
-“Ya te voy a contar, cuando cenemos” hizo una pausa bastante larga, porque sabía que estaría mordiéndose para no volver a preguntar.
“¿Te parece bien que te pase a buscar a las once?”
-“Sí dale, ¿dónde vamos?” quería a toda costa saber algo de lo que estaba pasando
-“Ya vamos a ver, pero algún restaurant lindo”.
Ella refunfuñaba intentando tener alguna clase de información, pero sus esfuerzos resultarían inútiles.
-“Bueno, entonces te espero a las once” dijo, tratando de sonar enojada aunque no lo estaba.
-“Ok, amor, te veo más tarde”.
-“Chau, Acki”.



Acki era el apodo cariñoso que Constanza utilizaba con Joaquín. Ella solía ser muy graciosa, porque lo decía enfrente de todos los amigos, y lógicamente, ése era el inicio de todas las bromas relacionadas.
A Gastón lo molestamos mucho tiempo después que Constanza le diera un beso, un abrazo y le dijera “¡Cómo te quiero, Gachu” delante de todos durante un asado. Debe haber sido la única vez que vi ponerse colorado a Gastón. Probablemente por eso les hacíamos las bromas, pues si no se inmutara perderían gracia. Una cosa era que fuera una chica tierna, y otra muy distinta serlo frente a toda la barra.

-“¡Hola, Gastón!”
-“Sí, ¿quién es?” era temprano y Gastón aún no se había levantado, pero una alegre voz le hablaba desde el otro lado del teléfono.
-“Marcela, ¿cómo estás?”.
-“Ah, hola Marce, bien, bien” Estaba dormido, y sabía que debía estar muy alerta cuando hablaba con Marcela.
Marcela es una buena chica, cuyo máximo error y problemas es estar enamorada de él. Desde la adolescencia mantiene una incondicional admiración por Gastón, y aún así se ha convertido en una buena amiga sólo que con ella debe medir los comentarios.
-“Che, te llamaba para hacerte acordar que mañana a la noche está la fiesta en mi casa; a eso de las once la hacemos. Quiero creer que venís” sonó con un dejo de reproche, porque la tenía bastante olvidada y hacía mucho tiempo no la visitaba.
-“Pero seguro, ¿cómo no voy a ir?” mucho faltó para sonar convincente.
-“Bueno, te espero, un besote”.
-“Otro” se despidieron.



Casi inmediatamente el teléfono que sonó fue el de mi casa, y yo tampoco me había levantado.
-“¿Zorba?”
-“¿Mmh?” ésa fue la respuesta más clara y coherente que pude articular.
-“Mañana cumple años Marcela, estoy obligado a ir”
-“Sí ¿y?” claro, yo no veía el problema.
-“Que a las once me junto con Consuelo”- parecía preocupado.
-“¡Uy, cierto!” recién en ese momento abrí los ojos.
-“¿Qué hago?” cuando le sucedían estos desencuentros entre dos mujeres recurría a mí, no porque yo supiera cómo manejarlos por conocimiento de causa, sino porque buscaba consejo de una especie de outsider.
“Yo que vos me llego a la tarde por lo de Marcela con un regalo”
-¿Y qué le digo?“
-“Entonces la saludás, muy cariñosamente, y después le explicás que probablemente (hice hincapié en el probablemente) te sea imposible volver a la noche”.
- “Ajá” comenzaba a comprender e interesarse en mi plan.
-“Total si lo de Consuelo llega a terminar antes, aparecerás por lo de Marcela y quedás muy bien y si no, seguro que te fue bien con ella”.
-“Bárbaro, Zorba, gracias”.
-“De nada, che ¿qué hora es?”- pregunté.
-“Las ocho y cuarto”.
-“¿Qué, vos sos loco? Chau, nos vemos” yo tenía una reunión después de mediodía y debía convencer a todo el mundo, y mi actuación seguramente no iba a ser la mejor si no dormía bien.

Bostecé un par de veces y dejé el teléfono en mi mesa de luz, me di vuelta y seguí durmiendo.

Gastón se levantó para prepararse el desayuno y vio la carta (aquélla que comenzaba con “te quiero tanto que casi es patológico” y que tanto trabajo le había costado lograr terminar de escribir) en el escritorio. De uno de los cajones tomó un sobre y escribió:
Constanza Cepeda.
Balcarce 3148.
C.P.
Tachó todo y tomó otro sobre y esta vez anotó:
Constanza Cepeda
Presente.

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