Consuelo siguió caminando a su departamento, y todavía no le cuajaba la situación. ¿Por qué había ido ella a hablar con él? ¿Qué le había llamado tanto la atención?
Fumaba mientras caminaba y trataba de entender.
Se detuvo a comprar otro atado de cigarrillos. Sólo fumaba tanto cuando estaba nerviosa por algo. Evidentemente estaba nerviosa.
Pasó frente a su departamento pero no sintió ganas de subir así que continuó avanzando, dobló la esquina y se dirigió al cine.
No fue a ver un estreno sino uno de esos ciclos de películas viejas.
Tres pesos y dos filmes clásicos serían la ecuación para sacarse de la cabeza a ese muchacho de la sonrisa irresistible que la había transformado en cazadora.
La velada comenzó con un Chaplin desempleado y luchando en medio de la crisis de los tiempos modernos. Consuelo se entretuvo bastante durante esa hora y media y logró escapar un poco de Gastón.
Pero la segunda película, Cumbres Borrascosas, un filme romántico que la devolvería a sus pensamientos en aquel misterioso muchacho de la tarde. Para peor, Heathcliff extrañamente se lo hacía recordar, así que al salir de la sala continuaba sin poder borrar la imagen de su mente.
Y ya se hacía tarde y al día siguiente había que trabajar.
Nunca solía cenar demasiado, al menos cuando estaba sola, no lo hacía, entonces se preparó un té y unas tostadas y fue a acostarse aun sabiendo que sería en vano intentar dormir.
Encendió la radio para tener alguna clase compañía que le distrajera. Sin embargo Alejandro Dolina se había empecinado en contar una historia de una mujer que una vez lo abordó en un bar. ¡Maldita sea!
Dio vueltas y vueltas en la cama, hasta que al fin no aguanto más y se levantó. Cinco y media leía el reloj. Debía adelantar unos diez minutos porque a Consuelo no le gustaba llegar tarde, y acelerando el reloj de su mesa de luz, se obligaba a levantarse.
En sólo un par de horas, tendría que trabajar. Daba clases de Derecho Civil en la Universidad, era adjunta a la Cátedra y ese día ella debía dar la clase.
A sus estudiantes les resultaba difícil ver a una mujer de unos veinticinco años y tan hermosa como profesora, y la mayoría se distraía sólo mirándola. Ellas, sus compañeras, enojadas se rehusaban a tomar apuntes dictados por ESA, como solían decirle, no tan cariñosamente como suena.
Fue al comedor y se sentó a ver un poco de televisión y se enteró más a fondo de la vida de cuanto famoso anduviera dando vueltas: pudo contemplar bailes tradicionales portugueses y aprendió por qué los vikingos lograron su apogeo y luego cómo vieron su decadencia.
Creyendo que el bagaje cultural adquirido en ese rato de televisión indiscriminada era suficiente por el momento, apagó el aparato y se quedó sentada unos segundos hasta que la alarma de su reloj comenzó a sonar.
Hora de levantarse.”¡Ufa!” Siempre decía lo mismo, aunque ya estuviera levantada desde hacía rato.
Esta vez se tomó sus diez minutos, y tras unos instantes de sólo mirar las paredes, fue al baño a tomar una ducha.
En mitad de estarse bañando, le vino a la mente una melodía, y comenzó por tararearla hasta que la letra le vino a la memoria y entonces sí la canto.
“Ya no recuerdo cómo fue si me buscaste o te busqué; si me encontraste o te encontré se me olvidó.
Si me llamaste o te llamé, si sonreíste o sonreí, si me miraste o te miré, qué importa.
Sólo recuerdo que lo nuestro fue una locura”
Inmediatamente pensó en Gastón y le sonó profética la canción de Perales; sí, seguramente iba a ser una locura.
Yo me di cuenta un tiempo después que Consuelo, pero bastante antes que Gastón.
Salió de bañarse y se preparó para ir al trabajo.
Ese día, a pesar de todo, pudo concentrarse y dio una buena clase a su comisión, y esta vez hasta algunas alumnas tomaron apuntes como si supieran que algo la tenía preocupada y fueran así solidarias.
Los estudiantes varones siguieron obstinados en mirarla a ella y no a sus propios cuadernos, con lo cual la posibilidad de lograr apuntes coherentes y legibles tiende a reducirse notoriamente, y debido a esto la mayoría, la gran mayoría, desiste y sólo se dedica a mirarla. Admito que yo haría lo mismo. Y si alguno de ustedes la conociera compartiría la opinión.
Al salir de clase utilizó el teléfono de la secretaría de la Universidad y llamó a su hermana.
-“¿Bueno?
-“Hola, ¿Milagros? Habla Consuelo, me gustaría platicar contigo.
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miércoles, octubre 17, 2007
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